VIII BIENAL DE LA HABANA: EL ARTE CON LA VIDA.

Ha dado inicio este evento pese a hostilidades disímiles... mas ninguna de las acciones de esta estéril beligerancia fue capaz de impedir que la Bienal se constituyera además de en un hecho definitivo, en una de las vías más efectivas para reflexionar, provocar discusiones y polémicas e, incluso, de poder incidir positivamente en el flujo de la producción artística del Tercer Mundo y del arte contemporáneo.
Sitio web se la 8va Bienal de La Habana
Carina Pino-Santos La Habana
La 8va Bienal de La Habana ha comenzado como una gran fiesta de las artes visuales de América Latina y el Caribe, Asia, África y Medio Oriente, y como un muy especial encuentro de 150 artistas provenientes de 48 países que se han dado cita en esta desafiante y tenaz isla del Caribe.
Luchadora y persistente sí, bien que los adjetivos también van dejando de estar en uso para ser sustituidos por otros que relacionan menor acometida. Pues ha dado inicio este evento pese a hostilidades disímiles mas emanadas de un mismo cauce cuyo curso, como ya sabemos, siempre señala hacia la derecha de políticas deudoras del poder hegemónico imperial. Y ya se hallan 750 observadores del mundo en la isla, algunos a título personal, y una buena parte proveniente de principales instituciones de arte de Estados Unidos (MOMA, Rodhe Island, Instituto de Arte de Chicago, entre otros).
Pero ni la retirada de 160 mil dólares a solo cuatro meses de realizarse la Bienal por parte de las Fundaciones Príncipe Claus e Hivos, de Holanda (que en la anterior Bienal proporcionaron hasta el 70 por ciento de ayuda), ni las falsedades mediáticas sobre censuras inexistentes que los propios artistas implicados se encargaron de aclarar (el diario venezolano El Nacional, periodistas Alfonso-Sierra y Ruth Auerbach, y el Museo de Arte y Diseño de Costa Rica). Ni tampoco las presiones y reales amagos a los que fueron sometidos algunos relevantes creadores por parte de aquellos que les amenazaron con retirarle todo el apoyo financiero a sus proyectos si participaban en el evento cubano, en fin, ninguna de las acciones de esta estéril beligerancia fue capaz de impedir que la Bienal se constituyera además de en un hecho definitivo, en una de las vías más efectivas para reflexionar, provocar discusiones y polémicas e, incluso, incidir positivamente en el flujo de la producción artística del Tercer Mundo, que es sinónimo hoy del arte del mundo, dado lo inevitable de la internacionalización del arte en nuestros días.
Pudiera afirmarse, además, que la Bienal de La Habana es la más económica del mundo. A diferencia de otros eventos de este tipo (como la Bienal de Ceará América que se realizara en la parte turística del nordeste brasileño, y fuera patrocinada por un millón de dólares, por ejemplo), la Bienal de La Habana se ha realizado esta vez con un presupuesto de 150 mil dólares (financiamiento del gobierno cubano y con el apoyo y patrocinio de otras instituciones y organismos); es así como una de las características de nuestra Bienal es la disimilitud con este tipo de encuentros internacionales de arte en cuanto a que estos requieren de elevadas cifras y de estrategias comerciales, explicitan por tanto un énfasis en la mercadotecnia en el arte, por lo cual, como los medios subrayan con demasiado frecuencia, y hasta sus propios reporteros dicen, esos eventos «llaman a la suspicacia» tanto como al arte mismo.
La Bienal, como espacio de reflexión e incidencia en la producción de cultura ha dedicado su divisa en esta octava edición a El arte con la vida y tendrá abiertos sus espacios de exhibición desde el primero de noviembre y hasta el 15 de diciembre de este año.
Se trata de un lema nada exteriorista, sino que invoca a insertar el arte en la urdimbre de la vida social concebida en sus áreas más vastas, étnica, antropológica, sociológica, urbanística, estética, y también plantea acerca de cómo los curadores, artistas y especialistas pueden actuar desde dentro mismo de la cotidianidad, o sea el artista como gestor cultural en el corazón de las comunidades, y el empleo por tanto de lenguajes artísticos de acción y del performance. Los curadores de la Bienal parecen haber querido penetrar todos los intersticios en los que se filtra la existencia en el arte.
La Bienal se desarrollará en su muestra central en las fortalezas coloniales de El Morro y La Cabaña (como ya se viene haciendo desde la cuarta edición en 1991), además, otras zonas principales son el Pabellón Cuba, el Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam, el Reparto Alamar en el este, diferentes espacios públicos de la ciudad, el solar La California en el Municipio de Centro Habana y el Centro de Desarrollo de las Artes Visuales.
Participan en la muestra central 28 artistas cubanos, pero habrá mucho más. El arte cubano a través de toda la red de galerías de la ciudad y otros espacios creados al efecto en lo que también se va convirtiendo en una tradición de este evento: un centenar de exhibiciones, es decir, la suma de 47 muestras colectivas y 53 personales de acreditados creadores de la Isla.
Pero no solo los artistas han respondido con prontitud (además de con resistencia a aquellos que pronosticaron la muerte del evento), también la población se ha identificado en un proceso sumamente interesante desde el punto de vista de su eficacia sociocomunicativa. En Alamar, el proyecto Espacios cuenta con la participación de la colombiana Beatriz Olano y de 12 artistas cubanos, quienes propusieron trabajar el arte en los espacios más íntimos de la vida cotidiana: en las propias habitaciones de ciudadanos comunes de un edificio. Y lo que inicialmente fue (con el acuerdo de los propietarios) una propuesta de creación en dos viviendas se convirtió de pronto en la demanda de todo un edificio que pidió la obra de este equipo dirigido por arquitectos, diseñadores e integrado por artistas conocidos de la Isla. Además, en Alamar se emplazarán obras de artistas de Costa de Marfil, Brasil, Estados Unidos, Chile, Colombia y Cuba.
No muy lejos en cuanto a intención, se halla el proyecto Isaroko, una propuesta de tres artistas Roberto Diago, Manuel Mendive y Eduardo Roca (Choco), ellos, junto a la artista brasileña Fabiana de Barros, se hallarán en un espacio bien específico: el solar La California en Centro Habana, en una integración artística más que armónica y coherente tejida en cuanto a aspectos vivos en ese ámbito, y que relacionan elementos de religiosidad, étnicos, sociales y existenciales.
En el Pabellón Cuba funcionarán dos proyectos 4D (4 dimensiones, 4 décadas) que está curado por un grupo llamado RAIN (surgido en el 2000) de artistas, arquitectos y un curador, que manifiesta como premisa el vínculo creativo y experimental con la ciudad. Y el Encuentro de performances, organizado por el Centro de Arte Actual Le Lieu de la ciudad de Québec, Canadá y el Centro Wifredo Lam.
En el Centro de Desarrollo de las Artes Visuales la exposición Maneras de inventarse una sonrisa alude al humor como espacio, concepto y eje central de una muestra de cincuenta artistas cubanos.
Ahora que teóricos, estetas y especialistas de arte discursan sobre la estetización en sociedades contemporáneas producto de los medios y la nueva tecnología (del Primer Mundo, pues al parecer los países en vías de desarrollo no existimos), y nos hablan de la muerte del arte, del vaciamiento de sentido cuando nos dicen del predominio del espectáculo y la cultura de masas como sinónimo o única alternativa para la cultura social; así como también aluden a no traspasar la relación entre las instituciones y el arte, a la vez que la refieren como una estática correlación que aísla el arte del hombre; en medio de estas complejas y sospechosas circunstancias en las que se desplazan los discursos del arte, la 8va. Bienal de La Habana hace un llamado a la posibilidad real de un sentido, intencionalidad y función del arte que no se agote en elites y circuitos cerrados, de un alcance que tienda a la construcción emergente de utopías, de una apuesta por perspectivas humanistas, por el rescate del arte en la vida misma.
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